Desde la década de los ochenta del pasado siglo, la proliferación de agrupaciones con el objetivo principal de la representación escénica en nuestra comunidad surgió de una forma de asociacionismo bajo la premisa de la protección, conservación y promoción del folklore autóctono.
La denominación de Peña Huertana, Grupo Folklórico o Coros y Danzas cumplía a todos los efectos los campos sobre los que debería trabajar dichas asociaciones, así como la libertad en actividades relacionadas con tal efecto.
Con tres personas (Presidente/a, Tesorero/a y Secretario/a) bastaban y bastan todavía para, sin ánimo de lucro, crear y comenzar a funcionar cualquier tipo de asociación cultural con muy dignos objetivos recopiladores que desterraran del olvido costumbres tradicionales ancladas en el pasado.
Pero, ¿basadas sobre que estudios antropológicos, etnográficos o folkloristas?, pues sinceramente ningunos. Cualquiera con una pequeña experiencia en otras diferentes asociaciones se siente capacitado para crear algo tan serio (bajo mi punto de vista) como el estudio y representación de «lo antiguo».
Si nos basamos en los casi cuarenta años transcurridos desde este «boom» asociativo comprobamos que la permisividad y la falta de rigor siguen su curso de una forma regular y convencional, dónde las asociaciones creadas continúan enfocándose hacia la representación escénica sin bases argumentales serias (afortunadamente siempre hay excepciones), las cuales basan su mayor logro curricular en viajar, en vez de basarse en estudios de la actividad que se trata. Por lo tanto, y sin ningún tipo de traumas, deberíamos recapacitar sobre los objetivos de estas asociaciones y refundar su funcionamiento.
Hay que diferenciar las asociaciones «familiares» que gustan de los temas tradicionales (perfectamente lícitas en los duros tiempos de desarraigo que vivimos) con las que de una forma seria realizaron y realizan investigaciones, documentaciones, archivo y trabajo de campo que mas o menos acertada aplica a una representación escénica que ofrece, al menos, una calidad contrastada en sus presentaciones (ni que decir tiene que el gusto personal de cada uno tiene mucho que ver en el tipo de representación, ya lo he comentado en diferentes post anteriores, acercarse mas o menos a los ambientes festivos es una opción dentro del espectáculo escénico).
Haber estado «toda la vida» en una asociación dedicada a tal efecto no es garantía de un conocimiento del campo folklórico, pero dada la permisividad sobre esta actividad histórica, estas asociaciones fundamentaron su desarrollo bajo las direcciones de personal cuyo curriculum siempre fue el «pertenecer varios años a otro colectivo de la misma rama y haber viajado con su grupo a todos sitios», algo que como decía anteriormente no es garantía de un conocimiento sobre las costumbres tradicionales que se representan, sino sobre el funcionamiento de este tipo de colectivos.
Un ejemplo práctico y actual que siempre suelo poner es el que por pasarte «toda una vida» delante del ordenador no te da los conocimientos para ser programador de computadoras, para ser programador hay que estudiar (y no poco) para dominar ese campo.
Las federaciones que agrupan a todos estos colectivos deberían implantar una fuente de consulta para todos aquellos que les mueva la inquietud del saber de donde venimos folcloricamente, y tener un archivo muy extenso al cual esos colectivos puedan acudir, y así funcionar como gran centro documental que imponga un funcionamiento con un standard de calidad a sus asociados. Lógicamente todas estas fuentes de documentación deben ser realizadas por estudiosos del tema, preparados y con la suficiente experiencia contrastada en el campo del estudio de rituales, bailes, músicas, gastronomía, indumentaria, etc. Siendo estas propias federaciones promotoras y financiadoras de estos estudios.
Sería una forma mas lógica de funcionar para unas asociaciones culturales con un peso específico muy grande en la parte festiva de nuestra región, dado que el patrimonio cultural etnográfico que aún se mantiene es de una valía incalculable.
Miguel Ángel Montesinos
20/11/2017
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