La situación particular de la Región de Murcia y su entorno implica una separación, que no está muy clara, en los aspectos de representación y tradición. Son muchas las agrupaciones dedicadas a la «actividad folklorista», más o menos acertadas, con un fin escénico que demanda de una adaptación para un mejor espectáculo teatral basado en estos bailes, músicas e indumentarias tradicionales, ¡CORRECTO!. Pero confundir la representación con el mantenimiento y evolución natural de esas tradiciones es algo que suena a desconocimiento, y en estos tiempos de tan fácil acceso a todo tipo de información y estudios relacionados no debería de estar pasando. El resultado acaba fusionando el patrimonio inmaterial con la nueva subcultura creada como recuperación de ésta.
Los entornos naturales donde estas tradiciones siguen vivas se están viendo invadidos por la demanda de repertorio, lo que no siempre es bueno, derivado por la falta de rigor documental a la hora de la recopilación y la falta de conocimiento estructural para su evolución. Esto conlleva una desvirtuación constante de la propia esencia, (ni que decir tiene que el aspecto espontáneo característico se pierde a la hora de representar cualquier pieza) pero con una formación y preocupación por los diferentes elementos sí se colaboraría a su mantenimiento, desde el punto de vista representativo.
Actualmente y para regocijo de nuestra historia, se van viendo una gran cantidad de grupos y particulares certificando bailes, músicas y sobre todo indumentarias más acordes a la época que se pretende mostrar. Aun así, ya he podido comprobar hasta el desasosiego, que se hace como novedad y no como una preocupación real del campo en el que se actúa, pero algo es algo y ojalá siga despertando interés su conocimiento para los propios componentes de las agrupaciones de representación folklórica.
La tradición evoluciona sola, según los aspectos sociales en los que se encuentre, el ejemplo más claro son los nuevos Encuentros de Cuadrillas que desde los años noventa se empiezan a popularizar por toda la región. Por el contrario, equiparar estas fiestas de nueva creación tradicional con el movimiento folklorista de representación teatral implica la aceptación de la creencia de estar colaborando en su mantenimiento, y nada más lejos de la realidad.
SÍ, mantenemos el interés sobre estos temas hacia un público neófito deseoso de identidad y pertenencia. SÍ, colaboramos en mantener viva la llama de unos espectáculos de sabor popular. SÍ, nos asociamos alrededor a unos gustos personales que intentan sobrevivir sobre estas tradiciones, pero NO mantenemos ni divulgamos ningún tipo de tradición ancestral, sobre todo por la poca seriedad y permisividad que hasta el principio de este siglo XXI ha existido dentro de las innumerables agrupaciones creadas para tal propósito.
Debemos ser autocríticos y aceptarlo. La pertenencia, por mucho tiempo que sea, a cualquier tipo de agrupación folklorista no nos da las garantías de su conocimiento. Para eso está el estudio serio, objetivo y científico de los que sí se han preocupado en realizarlos. que por suerte cada vez son más abundantes y aclaran muchos «tópicos-típicos» que hemos realizado por desconocimiento (titular piezas de baile o música por su localización, traje de lujo-traje de labor, denominar y estandarizar ropas según la localización de ésta, no distinguir géneros musicales, romper estructuras tradicionales con afán de un mayor espectáculo, etc).
Separar la representación de la propia tradición es algo necesario y urgente para no seguir subculturizando unos aspectos tan ricos y patrimoniales que corren el peligro de extinguirse. Somos privilegiados en mantener este patrimonio, ¡cuidémoslo!.
EL BAILE
Siguiendo con la anterior entrada, en la que hablaba desde una óptica genérica de la tradición y la representación, hoy me centro en la rama que más he experimentado, y por descontado la que más me gusta. El baile tradicional, suelto o agarrado, vive desde los años cuarenta una curiosa simbiosis que ha preocupado a más de un estudioso del tema.
En los ambientes populares la espontaneidad es natural, el baile se utiliza para lucirse ante la pareja, para despertar interés o bien como cualquier acto de cortejo. Los ancestrales bailes de pujas, de inocentes, o cualquier evento donde el centro de la fiesta sea un baile popular, aún existentes por toda la geografía murciana, dan fe de ello.
Sin embargo, durante la época donde la recopilación de estas manifestaciones se convirtió en moda por la necesidad de repertorio inédito para concurso organizado por Sección Femenina, entró en un declive debido a la adaptación irrespetuosa que las necesidades escénicas demandaban. ¿Y por qué digo irrespetuosa?, simple y llanamente porque la recuperación sin un básico conocimiento de estructuración dio como resultado adornamientos que modificaban la esencia misma de las propias mudanzas por necesidad de la espectacularidad. Pero aun estando bien, enfocándolo hacia el tema de la representación escénica basado en bailes tradicionales, el gran error y que hoy persiste, es insistir en presentarlo como pureza rigurosa. Esa pureza sólo existe en sus ambientes naturales, jamás en un escenario, sea el grupo que sea.
No pasa absolutamente nada decir «adaptación folclórica, o escénica», es tan digno como cualquier otra actividad relacionada con las tradiciones populares. No es desvirtuar nada, no es ningún descrédito, ni por supuesto es despojar de importancia la ejecución. La sola labor de realizar estas presentaciones merecen un respeto y una valoración.
Si es cierto que desde los años noventa hubo un movimiento cuestionador al folklore impuesto por el modelo de Sección Femenina, que se enfocó hacia la investigación más profunda, a pie de campo y basado en documentación existente, para representar lo más aproximado posible estas manifestaciones de transmisión oral.
El resultado se ve en la evolución de un gran porcentaje de agrupaciones que ya muestran unos bailes que respetan las estructuras tradicionales, así como mudanzas totalmente fieles al original en su ejecución, incluso nuevas mudanzas creadas con todas las bases estructurales correctas.
Pero todo esto depende del gusto personal de cada uno a la hora de la representación, más fiel o más espectacular, las dos son válidas para mí, pues ambas son representaciones (exceptuando algunos disparates, pero por suerte cada vez son menos). La cuestión es saber diferenciar lo que ves desde un valor histórico y por supuesto nombrar a las cosas por su nombre.
Sigue habiendo mucho tema que hablar de estas dos corrientes, y aunque os parezca imposible hoy en día, están más cerca de lo que imaginamos. Para mí no tiene dudas, van de la mano, simplemente es cuestión de conocimiento y disposición.
BAILE: INFLUENCIAS Y CALIDAD ESCÉNICA
Después de más de cuarenta años inmerso en los mundos tradicionales y folkloristas, la visión se va acentuando desde el punto de vista del que lo ha vivido desde dentro y desde fuera. Ni que decir tiene que la objetividad va llegando aunque no estés de acuerdo con muchas cosas de las que se siguen realizando, pero la lógica impera a quien realmente le gusta este mundo de la tradición como el de la representación.
Y digo esto porque desde el principio siempre he separado ambos mundos, en los anteriores artículos sobre este tema ya está debidamente constatado, pero profundicemos más en la cuestión.
Respecto a los mundos tradicionales (bailes populares, cuadrillas, encuentros de cuadrillas, etc.) tenemos una evolución regida por la propia influencia del boom de estas tradiciones desde los años 90, lo cual se han visto influenciadas en cierta forma por la multitud que ya tenía academia representativa a sus espaldas. La mistura que se ha formado, dentro de ser parte natural de la evolución, ha hecho perder progresivamente identidad a los propios colectivos que anteriormente estaban mucho mas aislados. Cosa naturalmente lógica por las dificultades de movilidad y distancias que hoy nos parecen asimiladas y sin importancia.
Hoy, el bailarín o bailarina de representación está mucho mas preparado respecto a conocimientos, por lo que la variedad de mudanzas de su repertorio le permite interactuar de una forma ilimitada en la fiesta, ¡pero cuidado!, seamos conscientes de que cada zona tiene su estilo de baile (huerta, campero, bolero, verdial…) Y aunque no es una cosa estricta ni escrita, si queremos conservar nuestro patrimonio, debemos respetar las propias influencias que podemos instaurar en los poseedores de estas manifestaciones de tradición oral.
Por supuesto es opinión muy personal. En la fiesta cabe todo, siempre lo he dicho, de hecho cualquier género bien tocado y bien ejecutado entra en todos los compases correctamente, y todo el mundo es libre de realizar lo que le plazca. ¡Faltaría más!.
En cuanto a la rama representativa siempre he tenido claro lo mismo; Coros y Danzas, Grupos Folklóricos, Asociaciones folklóricas y Peñas Huertanas son exactamente lo mismo, aunque estas últimas con un espectro mas amplio de actuación. Todos buscan el mismo fin, la representación escénica teatral basada en costumbres tradicionales, lo que viene a ser un ballet sin formación académica, lo cual veo tan aceptable como cualquier otra actividad, ya depende del gusto por la calidad de cada uno.
Por supuesto hay matices que tienen que ser tomados en cuenta en estos colectivos de filosofía amateur. Siempre ha habido una gran diferencia a mi modo de ver entre la Asociación Provincial Francisco Salzillo-Sección Femenina con el resto; una preocupación evidente por la puesta en escena y la calidad del espectáculo ofrecido hacia lo visual. Obviamente y como expliqué en el anterior post, la adaptación y versionado se hace evidente, pues la pureza jamás será posible sacando estas tradiciones de su contexto natural, pero como entretenimiento es la más alta calidad que yo he visto en espectáculos basados en estas costumbres.
Y esto no quiere decir que los demás colectivos no sean dignos ni mucho menos, simplemente constato una realidad que he vivido desde mis inicios en estos mundos allá por 1974 como integrante activo de varias de ellas, pero si se echa de menos una mayor preocupación real, al menos escénica, siempre desde una perspectiva personal enraizada en tantos años de observación.
Sin duda, dentro de estos colectivos fuera de la organización de Sección Femenina, hay excepciones que ilusionan con sólo verlas entrar al escenario (desde peñas huertanas hasta agrupaciones que funcionan independientemente de cualquier asociación), repito que depende del gusto de cada uno hacia una representación más acercada a la realidad o menos, pero que ofrecen una calidad que se ve a la hora de entretener al público.
La labor de las propias federaciones donde se agrupan estas asociaciones debe ser ardua para implantar un standard de calidad de representación (que no tiene nada que ver con la tradición). a las cuales animo a un mayor compromiso para exigir unas presentaciones acordes de abanderar el nombre de una región tan prolífica focloricamente hablando.
NOMBRAR PIEZAS ESCÉNICAS
Es inevitable que para representar una pieza teatralmente y por necesidades de distinción de los propios componentes se le nombre según la localización del informante o informantes. Eso es perfectamente lógico, pero debemos saber que estamos cometiendo un error, históricamente hablando. Pasa igualmente con la indumentaria.
Es muy comprensible que desde la representación y dado la amplitud de repertorio de cada grupo estos «usos» han ido instaurándose desde los inicios en todo tipo de colectivos dedicados a la digna labor de intentar transmitir un espectáculo basado en danzas tradicionales.
Ningún baile representa a un lugar concreto puesto que en la misma zona activa de diferentes comarcas pueden existir repeticiones debido a la interactuación de los informantes en un radio relativamente amplio (exceptuando sus características zonales independientemente de su tipificación actual), de hecho no tiene porqué, y me explico:
Sin entrar en profundidades de influencias, movilidad o pertenencia de quien baila según su origen (no todos los informantes suelen ser nativos), en cada lugar no sólo se tienen unos movimientos concretos, cada persona baila a «su manera», a «su estilo» y por supuesto las mudanzas que sabe. Es una obviedad decir que cuando recogemos una pieza de un lugar se le copian a un informante o varios, para después crear una adaptación mezclando la variedad que han hecho unos u otros, desechando algunas mudanzas que son tan validas como cualquiera, pero por razones de tiempo no se reproducen en la pieza adaptada.
Posteriormente marcamos un orden de reproducción que se queda instaurada en el tiempo, con lo que tipificamos, encuadramos y mecanizamos unos movimientos como pieza inamovible, aunque no nos lo hayan transmitido así, produciendo esto un repertorio que nombramos con el lugar donde se recogió. Pero si la nombramos así estamos faltando a la verdad, pues ¿que pasa con los demás mudanzas que no hemos utilizado?, ¿y con los demás informantes de los que no hemos recabado información?.
Estamos cayendo en el mismo error de los primeros folkloristas que por necesidades concursales de exhibición acabaron con la espontaneidad de los propios informantes, al marcarles unos ordenes inexistentes en los ambientes festivos y titulando piezas geolocalizadas (no voy a hablar de esa obsesión de que cada pueblo o barrio tenga su baile propio, tan de moda en colectivos con una necesidad imperiosa de crear identidad propia).
Hoy día vemos algunos ejemplos de ello en diferentes Cuadrillas, las cuales en formato exhibición reinterpretan su propio repertorio de una forma semejante a la representación teatral de los colectivos folkloristas. Algo que se ha extendido por el formato escénico de los Encuentros de Cuadrillas, salvo raras excepciones que utilizan el escenario como animación musical exclusivamente y proponen el baile abierto sin limitaciones ni identidad geográfica.
Nombrar las piezas genéricamente (Jota, Fandango, Malagueña, Parrandas, Pardicas, Pardas, Seguidillas, Torrás, etc) y apellidarla según su estilo (huertana, abolerada, murciana, campera, bolera, torera, etc), tono (arriba, abajo, rondeña, cifrá, nota musical de referencia) sería algo mas lógico. Incluso por las características de las mudanzas o tipo de ejecución (sencilla, doble, cruzada, volada, de dos, de tres, de cuadro, de corro…) o bien por algún nombre concreto del informante, según sea por la melodía o por mudanzas, pero creo que nunca por la localización geográfica (aunque si es inevitable, sería mas correcto utilizar el gentilicio zonal como lorquina, totanera, alhameña, etc). En fin, sólo es una idea a la que le encuentro mas sentido a la hora de nombrar una danza para representarla y no caer en la tipificación tan recurrente que luego toma visos de verdad absoluta.
REPRESENTACIÓN ASOCIATIVA
Desde la década de los ochenta del pasado siglo, la proliferación de agrupaciones con el objetivo principal de la representación escénica en nuestra comunidad surgió de una forma de asociacionismo bajo la premisa de la protección, conservación y promoción del folklore autóctono.
La denominación de Peña Huertana, Grupo Folklórico o Coros y Danzas cumplía a todos los efectos los campos sobre los que debería trabajar dichas asociaciones, así como la libertad en actividades relacionadas con tal efecto.
Con tres personas (Presidente/a, Tesorero/a y Secretario/a) bastaban y bastan todavía para, sin ánimo de lucro, crear y comenzar a funcionar cualquier tipo de asociación cultural con muy dignos objetivos recopiladores que desterraran del olvido costumbres tradicionales ancladas en el pasado.
Pero, ¿basadas sobre que estudios antropológicos, etnográficos o folkloristas?, pues sinceramente ningunos. Cualquiera con una pequeña experiencia en otras diferentes asociaciones se siente capacitado para crear algo tan serio (bajo mi punto de vista) como el estudio y representación de «lo antiguo».
Si nos basamos en los casi cuarenta años transcurridos desde este «boom» asociativo comprobamos que la permisividad y la falta de rigor siguen su curso de una forma regular y convencional, dónde las asociaciones creadas continúan enfocándose hacia la representación escénica sin bases argumentales serias (afortunadamente siempre hay excepciones), las cuales basan su mayor logro curricular en viajar, en vez de basarse en estudios de la actividad que se trata. Por lo tanto, y sin ningún tipo de traumas, deberíamos recapacitar sobre los objetivos de estas asociaciones y refundar su funcionamiento.
Hay que diferenciar las asociaciones «familiares» que gustan de los temas tradicionales (perfectamente lícitas en los duros tiempos de desarraigo que vivimos) con las que de una forma seria realizaron y realizan investigaciones, documentaciones, archivo y trabajo de campo que mas o menos acertada aplica a una representación escénica que ofrece, al menos, una calidad contrastada en sus presentaciones (ni que decir tiene que el gusto personal de cada uno tiene mucho que ver en el tipo de representación, ya lo he comentado en diferentes post anteriores, acercarse mas o menos a los ambientes festivos es una opción dentro del espectáculo escénico).
Haber estado «toda la vida» en una asociación dedicada a tal efecto no es garantía de un conocimiento del campo folklórico, pero dada la permisividad sobre esta actividad histórica, estas asociaciones fundamentaron su desarrollo bajo las direcciones de personal cuyo curriculum siempre fue el «pertenecer varios años a otro colectivo de la misma rama y haber viajado con su grupo a todos sitios», algo que como decía anteriormente no es garantía de un conocimiento sobre las costumbres tradicionales que se representan, sino sobre el funcionamiento de este tipo de colectivos.
Un ejemplo práctico y actual que siempre suelo poner es el que por pasarte «toda una vida» delante del ordenador no te da los conocimientos para ser programador de computadoras, para ser programador hay que estudiar (y no poco) para dominar ese campo.
Las federaciones que agrupan a todos estos colectivos deberían implantar una fuente de consulta para todos aquellos que les mueva la inquietud del saber de donde venimos folcloricamente, y tener un archivo muy extenso al cual esos colectivos puedan acudir, y así funcionar como gran centro documental que imponga un funcionamiento con un standard de calidad a sus asociados. Lógicamente todas estas fuentes de documentación deben ser realizadas por estudiosos del tema, preparados y con la suficiente experiencia contrastada en el campo del estudio de rituales, bailes, músicas, gastronomía, indumentaria, etc. Siendo estas propias federaciones promotoras y financiadoras de estos estudios.
Sería una forma más lógica de funcionar para unas asociaciones culturales con un peso específico muy grande en la parte festiva de nuestra región, dado que el patrimonio cultural etnográfico que aún se mantiene es de una valía incalculable.
El FUTURO DE LOS COLECTIVOS ESCENICOS DE “REPRESENTACIÓN FOLKLÓRICA”
Después de las dos últimas conferencias en las que he tenido el placer de participar, hablando sobre el tema del baile tradicional, en los corros posteriores he tenido que responder a diferentes preguntas e inquietudes sobre como es mi visión o mi opinión del futuro de los grupos de representación escénica basados en costumbres tradicionales.
En las dos ocasiones he respondido lo mismo: si no se actualiza el formato, todo este movimiento escénico caerá en el olvido en muy pocos años.
En mi opinión (que no tiene porqué ser la correcta, ni la única) y basado en tantos años de observación, viviéndolo tanto desde dentro como desde fuera, el formato está anquilosado y agotado. No le veo ningún futuro fuera de la moda que fue durante los años 80 y 90. Estamos estirando un formato agonizante que viene de Sección Femenina y de Educación y Descanso, organizaciones que promovieron este tipo de espectáculos escénicos, apoyados en su momento por una oficialidad regionalista amparada en un romanticismo tardío, y que son los modelos organizativos que aún perviven en los diferentes colectivos actuales, los cuales siguen siendo asociaciones mas familiares que culturales, lo cual no tiene nada de malo, pero sus objetivos creo que no son reales respecto a la presentación de sus grupos en un escenario, y el tiempo está dando la razón con la decadencia manifiesta de los mismos (en los finales de los años 80 se llegaron a contar 40 grupos de una calidad bastante aceptable escénicamente hablando. Actualmente se pueden contar con los dedos de una mano, y no se si se llenaría dicha mano).
Con repertorios idénticos copiados de unos a otros, la mayoría de ellos han ido pasando y desapareciendo sin pena ni gloria desde mitad de los años 90 hasta la actualidad, que nos encontramos en muchos casos el intercambio de los mismos componentes de diferentes agrupaciones para completar un grupo. Lo cual denota una escasez alarmante de personas interesadas en los mundos de esta faceta representativa.
Es lógico. En esta sociedad actual de la información, el público cada vez sabe más lo que quiere, y sin duda lo que quiere es calidad. Calidad de contenidos, de espectáculo y un entretenimiento que le satisfaga. Hoy en día no se da.
El concepto escénico amateur no ha evolucionado desde mitad de los 90, se sigue haciendo lo mismo una y otra vez hasta la extenuación en los numerosos festivales que se celebran, los cuales han bajado estrepitosamente la afluencia de público, salvo raras excepciones como Cieza, Jumilla o algún otro, siempre localizados en pueblos retirados de la capital de la región. Murcia está saturada, la prueba más fehaciente de ello es el propio Festival Internacional en el Mediterráneo, el cual sólo completa su aforo en su día de clausura, aún siendo gratuito. Todavía recuerdo de niño el hacer cola en el Parque de Fofó intentando conseguir entradas para cualquiera de las sesiones y terminar sin conseguirlas porque se acababan rápidamente.
La moda pasó, tuvo su momento y pasó, como todas las modas, y no sólo en Murcia… Buscar la solución debería empezar por la aceptación de lo que se ha hecho y se está haciendo mal. Sigo pensando que los grupos de representación escénica tienen su lugar en el ámbito cultural de la ciudad, pero desde luego con otros objetivos, otro concepto y sobre todo con otro formato más actualizado que asegure una calidad escénica para el espectador, al cual le atraiga sin tener relación con estos mundos del romanticismo identitario.
La calidad escénica requiere trabajo, mucho trabajo. El ensayar un par de veces y subir a un escenario ya no vale, la diferenciación de niveles entre los mismos componentes de los grupos ya no vale, meter personal de relleno ya no vale, el concepto de 4 bailes de 3 minutos ya no vale, copiar literalmente a una cuadrilla musicalmente ya no vale, ¡el todo vale ya no vale!
Es tiempo de darle a la cabeza y pensar en el problema, es tiempo de actualizar los formatos, de innovar escénicamente y desde luego de tomar un espectáculo en serio para volver a atraer al público, donde todos los aspectos vayan de la mano con el mismo interés de los propios grupos en los apartados principales que componen la representación. En un espectáculo tiene tanta importancia la indumentaria que se presenta como el baile y por supuesto la música. Sin un cambio drástico seguiremos viendo la decadencia progresivamente hasta su disolución, ya la estamos viendo.
La tradición va por otro lado, lleva su camino y evolución natural, dejemos de presentar nuestros espectáculos como divulgadores, representativos o conservadores de la realidad festiva campesina. Tomamos como base aspectos de esa tradición para crear un espectáculo escénico, lo que está muy bien, el folklore es otra cosa. ¡Disfrutemos y hagamos disfrutar!
El FOLKLORE NO ES UN MUSEO
Lo he tenido presente siempre, la filosofía del romanticismo es la que impera en cualquier movimiento folklórico actualmente desde la explosión de esta moda. Mezclada con otros aspectos sociales han dado como resultado la implantación en el imaginario popular la idea de que sólo es tradición o folklore lo que se hacía “antiguamente”, o dicho de otra forma, sólo es válido el copiado de estilos que hacía “tal o cual” persona. “Esta melodía la cantaba…”, “esta mudanza la reproducía…”, “en este tono lo cantaba…”, ¿y tú forma de cantar?, ¿tu forma particular de tocar?, ¿tu forma personal de bailar?.
Siendo necesaria esta vertiente, primordial diría yo, sólo nos hemos centrado en ella, lo que ha conllevado un parón de la propia esencia de evolución natural de estos ambientes festivos. El conocimiento de los códigos tradicionales se consigue practicando y estudiando los estilos históricos, es obvio, pero necesitamos quitarnos la caraja y ver como normal el que bajo esos códigos tradicionales se vayan creando nuevas melodías, nuevas tonalidades, nuevas mudanzas o nuevos toques. Ni más ni menos que como se ha hecho siempre en los ambientes que pretendemos conservar y disfrutar sin tanta comida de cabeza.
¿Un grupo escénico copiando a una cuadrilla?, ¿para qué?, para realizar esa música o ese baile ya están ellos, y como lo hacen es algo inimitable y personal. ¿Una cuadrilla copiando la filosofía de los grupos escénicos?, ¿para qué?, si para eso ya están ellos. Cada uno tiene su espacio y lugar, ¡y no!, no todo es lo mismo.
Que un grupo escénico tenga todo un repertorio creado bajo códigos tradicionales para su puesta en escena me parece lo más normal del mundo, sin tener que reproducir literalmente piezas históricas de cuadrillas, que en muchos casos son producto de la imaginación e interpretación de una persona a la hora de su reconstrucción (ni que decir tiene que hay casos donde la propia Sección Femenina y su filosofía tiene mucho que ver en dichos repertorios), y más importante, sin tener que oír explicaciones sin sentido de lo que se pretende representar. Pero aquí viene un gran problema, el desconocimiento de los códigos, estructuras o costumbres tradicionales de estas manifestaciones festivas impiden conformar creaciones con un respeto hacia estos géneros patrimoniales que conocemos por tradicionales, lo que da lugar a pretendidos repertorios representativos. ¡No hay necesidad!.
Igualmente, el movimiento cuadrillero, salvando honrosas excepciones, va convirtiéndose progresivamente en una copia de estos, practicando la misma filosofía de escena y limitándose al repertorio histórico, sin ningún tipo de nueva creación bajo unos códigos que se supone deben dominar.
Se echa mucho de menos en estas manifestaciones cuadrilleras la espontaneidad de la creación, de la fiesta, de los corros, de los ratos después de las actuaciones (totalmente prescindibles) donde surge la magia del sentido originario completamente contemporáneo.
Estos movimientos (tanto unos como los otros) han asumido, no sé si inconscientemente o por comodidad, la propiedad identitaria de unas manifestaciones que nunca han tenido fronteras, tan común en el desarrollo romántico de las agrupaciones de Sección Femenina en su momento (mantener, conservar y divulgar), olvidando el proceso natural de evolución de los ambientes naturales. Casi todo es representación, lo que hace perder el sentido del ritual ancestral y sobre todo su propia evolución contemporánea.
Por lo tanto, es primordial “lo histórico”, sin duda, debe quedar como base de conocimiento y ser reproducido o mostrado fielmente en el caso de hacerlo, pero también es fundamental que no quede como una manifestación muerta propia de museo enfocado solo a la representación, sino potenciar la creación en el ambiente natural para que su evolución y viveza siga su proceso.
¿Que saldrán cosas mal y se verán barbaridades?, siempre las ha habido, las hay y las habrá, incluidos en los abanderados de estos movimientos, es irremediable, pero al igual que sabes distinguir los coches buenos y los malos…
Miguel Ángel Montesinos Sánchez (2017 – 2021)