
En la foto: de izquierda a derecha: María Planillas (Murcia), Miguel A. Montesinos (La Albatalía), Carmen J. Díaz (La Arboleja).
Domingo, 6.40 de la mañana y ya con los ojos abiertos. A las 8 en punto sale el autobús de la cuadrilla con dirección al 25º aniversario del Encuentro de Cuadrillas de Nerpio, en Albacete. Acompañando a la Cuadrilla de La Albatalía-Arboleja, el día se presenta con buenas expectativas y con el recuerdo de pasar mi última visita a la localidad serrana con nieve, aunque ayer no fue el caso, todo lo contrario, un excelente día de sol que hacía desechar cualquier prenda de abrigo.
Y es que ya hacía mas de 20 años que no pisaba la población albaceteña ni para pasear por sus estrechas y preciosas calles, lo cual ya es motivo para hacer una visita, independientemente de su asentado encuentro de cuadrillas.
Como siempre en estos encuentros de cuadrillas la fiesta espontánea resulta mucho mas gratificante. La espera para realizar los actos programados siempre suele convertirse en una manifestación propia, dejando a un lado la parte de exhibición que rompe la particularidad de los ambientes festivos donde estas músicas y bailes toman su verdadero esplendor.
Desde luego y si por mí fuera, la parte escénica la desterraba automáticamente de estos festivales de nueva creación, que bajo mi punto de vista, desvirtúan la propia esencia festiva conviertiendolo en muestras teatrales que cada vez mas están adulterando el eje conductor de estas manifestaciones festivas populares.
Aún así, el disfrute de vivir estos ambientes tradicionales da para mucho, empezando por mi propio descubrimiento de una malagueña de tres abolerada, ejecutada por la Cuadrilla de Aguaderas de Lorca, que sorprendentemente estaba escondida en la memoria de antiguas alumnas de maestros boleros de la zona. Y terminando por conocer de misma casualidad a uno de los eslabones perdidos de donde se nutrieron los primeros componentes de Sección Femenina en su interés de exhibir piezas autóctonas de la huerta de Murcia.
Doña Maria Planillas (1934-), integrante de los Auspicios Sociales de la ciudad, fue alumna regular de las actividades que estas organizaciones benéficas aplicaban dentro de la programación educacional, entre las que se encontraban las clases de baile popular impartidas por el maestro bolero conocido como «Tio Eugenio». Nombre de sobra conocido en los ambientes folclóricos huertanos por la onmipresente malagueña que los colectivos han exhibido.
Si bien esa malagueña comenzó nombrándose como «gitana» por su melodía y deje «agitanado» del cantaor (música y cante recogido en la pedanía murciana de Barqueros, según la propia ficha documental que Sección Femenina enviaba a Madrid para argumentar sus danzas en los concursos nacionales -estudio documental realizado por Juan Francisco Murcia Galián, que obtuvo el premio «Manuel Cárceles»-) terminó evolucionando su nombre a «Malagueña del Tío Eugenio» gracias a la adaptación de mudanzas que el propio maestro bolero enseñaba a sus alumnas, entre las se encontraba Doña María, la cual transmitió su reelaboración a integrantes de los primeros movimientos folkloristas de nuestra ciudad.
Pues, desde luego que una mañana bien fructífera de experiencia cuadrillera e informaciones de las cuales prometo seguir indagando.