
Tenemos que dar estilo a las palabras de Francisco Javier
Son varias las publicaciones que en Facebook ha realizado de una forma altruista y pedagógica Francisco Javier Nicolás Fructuoso, dónde con sencillos ejemplos de fotografías antiguas realiza un ejercicio de análisis y lógica tan acertado que no he podido evitar reunirlos todos en un post de consulta obligada para quien esté interesado en los temas de Indumentaria Tradicional (no confundir con Trajes Típicos Regionales, adaptación creada para un fin escénico y regionalista que nunca ha existido en la convencionalidad diaria).
Desde aquí agradecer a quien dedica su tiempo en mostrar colecciones particulares y conocimientos de una rama de las tradiciones tan apasionante como controversial, aunque poco a poco se va viendo la luz:
INDUMENTARIA FEMENINA

Es bueno conocer que aunque con la aparición de los conocidos como «Coros y Danzas del Movimiento» se «malvó» el traje tal y como tradicionalmente se había conocido (se acortaron refajos, se unificaron trajes por pueblos, comarcas o zonas, se unificó el traje del hombre hasta casi igualarlo en toda España, se dejaron fajas colgando para añadir vistosidad, se suprimieron camisas de mujer, pañuelos de abrigo, pañuelos de cabeza, etc.) la gente de a pie, que guardaba prendas de generaciones anteriores, para ocasiones especiales, Bando de la Huerta, retratarse… se seguían vistiendo, con más o menos acierto, al modo tradicional.
En esta fotografía, desconozco el fotógrafo, de época reciente, de los años cincuenta/sesenta del siglo pasado, podemos ver que ha variado poco, o nada, la forma que se adoptó a finales del XIX y principios del XX, para idealizar y hacer del traje tradicional un icono de nuestra tierra.
Un maravilloso refajo de los llamados «de refajona», con un volumen más que aceptable (aun no se había acuñado la falsa creencia que aún perdura en colectivos folklóricos de no ponerse enaguas para no «parecer gordas») de paño rojo adornado con bordados en lana, no se le ve el justillo o armaor, pero se le adivina por la forma de la cintura y las mangas de la camisa. Delantal de seda adornado con bordados en lentejuelas, pañuelo de talle, se le adivinan unas esparteñas.
Aunque el peinado no se corresponde con ninguna de las épocas en que se utilizó esta vestimenta, primero con el pelo recogido bien pegado al casco con limón, y después añadiendo anacrónicamente la moda que llegaba, con ondas, se le ve un generoso moño de picaporte, las flores tan típicas para retratarse, las arracás y una cruz al cuello, completan la vestimenta de esta preciosa murciana, que emigró a Barcelona en la segunda mitad del S. XX y que guardó las prendas de sus antepasados como «oro en paño».

En esta fotografía, aparece una murciana con un traje de fiesta, S. XIX, que nos da, como ha pasado con infinidad de fotos, muchos datos para su estudio. En primer lugar vemos que viste un mal llamado «traje de lujo». Viste, efectivamente, un traje de gala o fiesta en donde todas las prendas van adornadas con lentejuelas e hilo metálico (pañuelo, armaor, delantal, refajo y zapatos), pero no es más lujoso que uno que vaya adornado con bordados en lana o seda, o con aplicaciones de recorte de terciopelo o paño. Al estar hecha la fotografía fuera de moda, es decir, la mujer se vistió así para retratarse en una época en la que estas vestimentas ya no se utilizaban, vemos como hay elementos que nada tienen que ver con la ropa.
La mujer va peinada a la moda del momento en que se retrató, quizá los años veinte del siglo pasado, (donde estaba tan de moda vestirse icónicamente de murcianas para retratarse) con ondas, con un buen manojo de flores de tela tan al gusto de los estudios de fotografía del que formaban parte casi siempre, y lleva la falda, (aunque con el largo correcto, salvando el detalle de que el refajo no se lo hicieron a ella sino a alguien anterior en edad), sin llevar el vuelo correspondiente a la moda del refajo, le falta volumen.
Lleva unos zapatos adornados, igual que el resto de complementos, con lentejuelas y no acertamos a adivinar si son o no de carrete. Quizá por la época, sean simplemente unos zapatos de medio tacón. Igualmente se adorna, correctamente con collares y arracás.

Tenemos aquí una mujer de nuestra tierra vestida, fuera de fecha, en un “posado en estudio”, con indumentaria tradicional del XIX. Es una de tantas fotografías que se hicieron a principios del s. XX (desconozco el autor) con el deseo de iconizar e idealizar el traje tradicional de nuestra tierra.
Una fotografía parecida a otras muchas que ya hemos comentado pero que contiene algún detalle que nos dará la información necesaria para poder contrastar la vestimenta en su época con la vestimenta que ahora reproducimos para recrearla.
Un maravilloso refajo, que por la oscuridad del tejido parece ser rojo y bordado con cenefas florales en lana color natural, algo corto y falto de volumen, entendible por el momento de la fotografía. Un delantal de algodón o seda adornado con azabache y pasamanería, estos adornos no se distinguen bien pero nos lleva a esa conclusión, por la multitud de prendas de este estilo encontradas y catalogadas.
Un armaor de color igualmente oscuro, dejando asomar una camisa con unas generosas puntillas en las mangas. Unas arracás grandes muy al gusto de la época, se le adivina un moño de picaporte hermoso en un pelo ligeramente ondulando, muy a la moda, al igual que el calzado, de la época de la fotografía, que nada tienen que ver con la indumentaria de la mujer y un pañuelo de la China de tamaño median, y aquí es donde apreciamos un motivo, que a la vez de adornar era muy práctico y que por desgracia se ha abandonado más de lo que nos gustaría. Lleva al cuello, encima del pañuelo de la China, otro pañuelo en este caso de algodón, para que el pañuelo lujoso no se manchara ni rozara con el sudor, así se lavaba el sencillo muy a menudo, y más en época de calor, el más lujoso siempre estaba en buen estado. Un motivo sencillo, nada costoso, tradicional y funcional que deberían recuperar las mujeres murcianas para engrandecer aún más nuestra rica indumentaria tradicional.

Esta postal nos da unos interesantes datos a tener en cuenta. El vuelo del refajo de la joven, airoso por medio de las enaguas, el refajo de la «abuela», liso, sin adornos, las mantillas cubriendo la cabeza, que es su función, desde el nacimiento del pelo, el pañuelo de la moza, por recato, tapándole el cuello, el largo del refajo justo, dejando asomar solo el pié…

Aunque la foto está hecha fuera de su época, es decir, las mujeres ya no vestían así, se vistieron para la foto, nos muestra cantidad de detalles a tomar en cuenta. El largo y el volumen de los refajos, el recatamiento en el cuello, refajos de paño de lana y con bordados en el mismo material y con prendas de seda con lentejuelas…

En estas tres fotografías del Maestro José Rodrigo, Lorca 1837/1916, traemos a dos mujeres y una niña, de nuestra tierra, con la vestimenta propia de la moda del S. XIX.
Estas fotos, que son como casi todas las de este tema, “un posado”, es decir, en la época en que se hicieron no se utilizaba la ropa que llevan puesta, nos servirán, como todas, para conocer un poco más la forma de vestir, porque aunque se vistieron así para retratarse en el estudio del maestro, la forma de colocación de las prendas es impecable si exceptuamos que van un poco faltas de volumen.
En las tres vemos que repiten el pañuelo de hombros (aparentemente y por otros modelos que tenemos catalogados, de lana y con bordados en el mismo material) y en la época en que se hicieron las fotos nos hace pensar dos cosas. Una: que sean familia y que compartieran para hacerse el retrato el pañuelo o bien que fueran (como otros detalles: flores, abanicos, joyas….) del fotógrafo que las dejaba para la ocasión.
Los pañuelos de hombros los llevan perfectamente colocados: recatando el pecho y espalda, que es su función, huyendo de los escotes imposibles que actualmente vemos más de lo conveniente.
Un detalle, la repetición de prendas, que aparte de su curiosidad, y después de analizados los materiales y su colocación, no aporta mucho más al estudio del tema. Vemos que las tres llevan refajos, por el color y por la ornamentación, de paño rojo bordado en lana en su color, (de los llamados: de refajonas). Las tres llevan el delantal con adornos de lentejuelas, incluso, como pasa con el pañuelo de hombros, las dos más mayores, comparten delantal para la foto (la niña de raso de seda y las otras dos de terciopelo), al igual que pasa con los adornos del cuello.
Igualmente, las tres, visten de juboncillo, nada que ver con jubones ni justillos ni armaores. Llevan, la niña y la primera mujer el peinado a la recién llegada moda de las ondas y la última quizá por ser un poco mayor, lo lleva simplemente recogido. A las tres, le ha colocado el fotógrafo (hemos deducido que son del fotógrafo y que el mismo se las colocaba por la infinidad de fotos de mujeres que aparecen con el mismo ramillete en el pelo) flores en el pelo casi de idéntica manera. Por lo demás, de las dos mujeres no vemos el calzado y en la niña vemos que calza unos zapatos tan de moda en los primeros años del s. XX.
En su época y como curiosidad, añadir que las dos mayores llevarían mantilla, en sus distintos modelos, para actos religiosos y la niña no la llevaría nunca. Las niñas no llevaban mantilla (la imposición de que las llevaran llegó con los años de la posguerra española). Tres fotografías que nos van a ayudar a conocer muchos detalles que por desconocimiento no se ponen en práctica.

En la fotografía de Laurent, huertanas con vestimenta que nos puede ser necesaria para su estudio. El largo y el volumen de los refajos en su justa medida, la mantilla tapando la cabeza, moños de picaporte o trampa de buen tamaño, el cuello debidamente recatado con los pañuelos, seda, lentejuelas, lana, algodón, terciopelo…

En estas dos fotografías del último tercio del S. XIX, (de la segunda desconozco el fotógrafo, la primera de J. Laurent 1816/1886) vemos a dos murcianas cuya prenda principal, el refajo, poco voluminoso para la época que se intenta representar, estaba adornada con cintas de terciopelo o paño de distinto grosor.
Como otras tantas, son fotografías de «pose», hechas fuera de su época, con ropas que ya empezaban a estar en desuso, junto con otros complementos que si estaban vigentes, como pueden ser los apargates y zapatos.
Solo reseñar en la primera un pañuelo bordado, no se adivina si en sedas o en lentejuelas, pero para la época y vestimenta cualquiera de las dos opciones es válida, y la segunda con un pañuelo de talle adamascado y un delantal sencillo sin adornos.
Lo interesante, aparte del documento que nos puede servir para reivindicar este modelo de refajo tan olvidado, tanto en paño liso como en paño listado, es el peinado. Los moños de picaporte o trampa, generosos en tamaño, tan de moda en todo el s. XIX y hasta bien entrado el XX y que ahora se han sustituido, más de lo conveniente, por moños zorongos.

Esta fotografía del maestro Rodrigo Navarro, aunque se ve que es «un posado» en estudio, nos enseña detalles que nos llevan a la conclusión de que es la indumentaria de «fiesta o lujo» que utilizaría en grandes ocasiones como puede ser esta, para retratarse.
Lleva el refajo «apolisonado» como las modas que empezaban a llegar y que enseguida se adoptaron, ya no utiliza el delantal, ya no lleva ni jubón, ni justillo o armaor, lleva un «cuerpo o juboncillo» como se denominó en su momento a estos «corpiños». Aunque ya se habían aceptado algunas modas nuevas, aún no lleva ondas. La moda de peinarse con ondas llegó mucho después, y como siempre el cuello bien recatado con el pañuelo y dejando asomar un moño de trampa o de picaporte.

En esta fotografía del Maestro Rodrigo, vemos a una murciana con la moda de finales del s. XIX y principios del s. XX, que con un simple análisis, sin entrar en tecnicismos, nos puede valer mucho para el estudio de la vestimenta en nuestra zona.
En una fecha donde convivieron las prendas que tradicionalmente se utilizaron hasta entonces, con las que llegaban como moda nueva. Como vemos, lleva un precioso refajo rodao y labrao, con el volumen necesario y aún sin apolisonar, con el largo que la moral y la moda tenían fijado, justo encima de la cara del pié, sin arrastrar y sin que se le vea el tobillo.
No lleva delantal, desterrando el tradicional jubón, lleva un precioso juboncillo (aparentemente guarnecido con dibujos hechos con cordón), que tan de moda se pusieron por entonces y como siempre el cuello bien recatado con el pañuelo de hombros, sin esos escotes imposibles que ahora vemos más de lo necesario. Se le intuye en la raya un poco ladeada del centro, unas ondas que ya empezaban a estar de moda sobre todo en las más jóvenes.
Como casi siempre hacía el maestro Rodrigo, la muchacha lleva prendidas en el pelo unas flores de tela que pertenecían al estudio del fotógrafo.

En estas cuatro fotografías del maestro Rodrigo, podemos observar la evolución de la moda en la vestimenta de la mujer de nuestra tierra en el último tércio del S. XIX, que nos pueden ayudar mucho a la hora de entender la indumentaria tradicional.
En la primera, la mujer lleva el conjunto de prendas que estaban en pleno apogeo durante todo el s. XIX, (Refajo de paño de lana bordado en el mismo material, jubón, pañuelo de hombros bordado, delantal bordado con lentejuelas y puntilla metálica). En la segunda y tercera, (refajos rodao/labrao y de recortes, respectivamente) observamos que el vestuario ha sufrido algunas transformaciones ya que la mujer fue adaptando detalles de la moda que iba llegando a su vestimenta tradicional, suprimiendo el delantal y jubones y justillos. En la última foto vemos que aún conservando detalles de los anteriores, el juboncillo, el pañuelo de talle, etc, muestra más un vestuario «nuevo».
El zagalejo, totalmente apolisonado, se supone de seda guarnecido con cinta del mismo material, y aún no ha llegado la moda del peinado con ondas. Observamos en algunas que se adornan con collares (no es nada nuevo ni inventado colocarse collares). Siempre, la moral de la época lo imponía, guardando el largo y volumen de la falda y el recatamiento del cuello con los pañuelos. NI que decir tiene que esta vestimenta se guardaba para grandes ocasiones como puede ser la de retratarse que es la que nos ocupa.

Como ya dijimos en otro pequeño artículo, a finales del XIX empezaron a llegar modas nuevas que la mujer murciana, empezó a introducir aunque poco a poco. Relegando a un segundo plano al refajo, llegaron los zagalejos. Y tras ellos, y como pasó en su época con la basquiña, la «falda de vestir a cuerpo”, esto es, con un cuerpo aparte pero del que forma conjunto.
En algunos casos, aunque el carácter de la época nos puede llevar un poco a engaño, y como pudo pasar con esta mujer que parece de una edad madura, se negaron a desprenderse del delantal como prenda de vestir. Sigue utilizando pañuelos de hombros, en este caso un maravilloso «pañuelo francés», el zagalejo apolisonado y aún sin ondas en el pelo.
Aunque está sentada, el largo sigue siendo el tradicional e incluso un poco más que los largos del refajo, ya que había zagalejos «de mucho vestir» que arrastraban por el suelo, y el volumen de la falda sigue siendo generoso por medio de enaguas. Por los tejidos que emplea esta mujer, algodones, parece ser época de calor. Se adornaban, como en todas las épocas con collares, cruces, medallas…
Cabe añadir de esta moda que nos fué llegando, al ser «internacional», esta mujer, aunque murciana puede ser de cualquier parte de España, sobre todo de la mitad sur.
La fotografía es del lorquino Maestro Rodrigo. 1837/1916.

EL ZAGALEJO es la forma más reciente de denominar a la falda de la mujer en la indumentaria tradicional en nuestra zona geográfica, esto es, al llegar la revolución industrial aunque se siguiera haciendo en casa, a finales del XIX hasta el segundo tercio del S. XX. (En el s. XVIII a la falda se le llamó “Guardapiés” y en el S. XIX “refajo”).
Los Zagalejos solían ser largos, incluso si la posición de la mujer lo requería, arrastrar un poco. En nuestra zona y en nuestra clase social, el zagalejo llegaría justo por encima de la cara del pié. No es, el zagalejo, como erróneamente lo denominan muchos colectivos folklóricos, un “refajo de verano” ni mucho menos,. Había zagalejos de seda, de algodón, de sarga, de paño de lana, de estameña, etc. Por lo que, como en toda la indumentaria, se utilizarían según la época del año de un material u otro. Se adornaban con lorzas, cintas, volantes, entredoses…
Un dato a tener en cuenta es el no confundir las “sayas” (prenda interior) con el “Zagalejo».
INDUMENTARIA MASCULINA

En esta fotografía del J. Laurent (1816-1886) que estuvo trabajando en Murcia en los años sesenta y setenta del siglo XIX, nos muestra un huertano vestido «de transición». Esto es, vestido para la ocasión con prendas de la vestimenta que empezaban a estar en desuso con prendas del vestuario vigente.
La prenda principal, que se utilizó hasta mediados del XX, los zaragueles, correctos, aunque lo corriente era llevarlos un poco más cortos (el largo de esta prenda era hasta la mitad de la rodilla, es decir, que una vez ajustadas las medias, dejaba ver «dos dedos» de rodilla). Lleva chaleco de corte «moderno» para la época, es decir, se había abandonado el «corte militar» que tanto gustó años atrás, que va guarnecido con una maravillosa abotonadura de plata.
La faja, que se adivina por encima del chaleco, (desde aquí reivindico esta olvidada forma de colocársela) lo suficientemente fuerte como para sujetar, pero a la vez, lo suficientemente holgada para poder guardar sus cosas dentro, se le ve una navaja, pero era corriente que llevara algún pañuelo anudado con monedas, el tabaco, el chisquero (este detalle nos puede valer para desterrar la forma errónea de colocarse la faja que vemos en algunos colectivos folklóricos, que a pié de escenario, se suelen colocar la faja entre dos personas, una la que se coloca la faja, la otra tirando de ella hasta llegar al punto de casi «axfisiar » al protagonista de la vestimenta). Aunque la foto es «una pose», la fotografía se puede situar en época de frío por llevar la manga sin «arremangar», el que valla o no con manta no es significativo de época porque ya sabemos el dicho aquel de que «en invierno y en verano, la manta con el amo».
La manta no era solo para abrigarse, por medio del cujón (cabujón) se valían de ella para llevar sus cosas. Una buena manta servía para sestear y también para echarla encima del burro para montarlo, al igual que las mantas de «muestra» que solo eran de adorno sin tener en cuenta el frío o el calor.
Las correctas medias sin pie (polainas) en blanco, tan habituales en los hombres, y que ahora, sin saber porque, se han «arrinconado» del vestuario tradicional, y en los pies «albarcas», esto es, sin esparteñas, que era lo corriente. Las albarcas, de piel y goma, se empezaron por estas fechas a utilizar por su alta resistencia para el trabajo, y la cabeza, como decíamos que es una pose, con la montera pero sin cubrir la cabeza con el pañuelo. Una pequeña «mezcla» tan usual en los años de transición.

Siguiendo con la serie de fotografías del archivo de J. Laurent (1816-1886), hoy nos vamos a fijar en este retrato a dos murcianos que a simple vista visten igual pero que analizándolos, aunque muy por encima, nos aportarán datos que nos pueden servir a la hora de vestirnos para recrear esta época. Aún llevando los dos el «traje de zaragueles», mal llamado por estos lares «traje de labor» existen diferencias entre el momento de su utilización para trabajo o fiesta.
Partiendo de que como casi todas las fotografías de esta serie es un «posado» hay que diferenciar los trajes de los dos huertanos.
El muchacho va vestido con ropa para el trabajo. Zaragueles, con faja que se adivina listada verticalmente, medias sin pie (polainas) blancas, que se sujeta con sencillos atapiernas, reivindico desde aquí nuevamente el uso de medias blancas, con o sin pie, esparteñas, por supuesto que sin chaleco y el pañuelo a la cabeza anudado en la nuca. Incluso para el trabajo diario de la huerta o el campo y a la edad que se le supone al muchacho, diez o doce años, iría, en su estado natural, sin medias y sin esparteñas.
Si nos fijamos en el hombre, vemos a simple vista, por sencillos detalles, que se mudó para ir de fiesta o a algún acto (entierro, bautizo, trato…). Zaragueles con la faja como ya explicamos fuerte para sujetarlos pero suficientemente holgada para utilizarla como «bolsillo», la camisa sin «remangar», un chaleco a la moda del S. XVIII, esto es, de corte militar, con abotonadura de plata, al igual que el muchacho, utiliza medias sin pie blancas (polainas), esparteñas y encima del pañuelo, sin nudos, simplemente enrollado a la cabeza, montera, alta, «sin capar», y una manta recogida al hombro como «de muestra».
Por lo tanto, y para ir desterrando tipismos innecesarios, podemos tener esta fotografía como «modelo» a tomar en cuenta cuando en algún colectivo folklórico o individualmente nos vestimos para la fiesta y llamamos genéricamente a un traje o vestido de hombre por el simple hecho de ponerse zaragueles como de «labor» cuando un hombre con esta prenda y con los complementos adecuados, puede ir igual de lujoso que con un calzón de paño o seda.
Una información muy enriquecedora para los amantes e interesados en la indumentaria tradicional del sureste, aunque al igual que el baile, no hay fronteras, ni localizaciones particulares de piezas.
De nuevo mil gracias por esta información que reproducimos como base patrimonial para un correcto conocimiento de nuestra historia.
Gracias Francisco Javier. Un lujo